El retrato de la vírgen

-Hola paisano- Le dice un soldado a otro mientras caminan hacia la base. No hay nadie más cerca y él no sabe de dónde diablos salió ese impertinente. El soldado saludado está cansado, harto de aquel lugar y sin ánimo de ser amable, así que apenas responde.

-Escuché que regresas a casa pronto, paisita- insiste el primer soldado y toca el hombro cansado de su compañero. Él le clava una mirada cargada de rencor, como si aquel hombre fuera responsable de que él estuviera en medio de una guerra ajena y absurda.

-¿Tengo cara de que voy de vuelta a casa grandísimo pendejo?- Contestó al fin el soldado malencarado y empujó a su compañero.

-No te calientes sartén- dijo el otro –Yo sólo escuché eso y, como sé que eres de un pueblo muy cercano al de mi madre, quise pedirte que me hicieras un favor

-¡Para favores estoy yo!

-De cualquier forma, yo no tengo para cuando regresar, así que si a ti te mandan a casa, date una vuelta por Tuxcacuesco y busca a Matilde Buendía, mi madre, dile que le dejé guardado un dinerito bajo el forro del cuadro de la virgen, que lo saque de allí si tiene un apuro. Hazme ese favor, mira, no puedo llamarle porque allá no hay teléfono, ni escribirle porque ella no sabe leer y podrían engañarla. Ayúdame paisita, si vas para allá ayúdame.

El soldado estaba muy enojado, así que se burló de su paisano –Claro idiota, créeme que lo primero que haré cuando pise mi tierra será correr de recadero a tu pueblo rascuache-

Siguieron marchando en silencio, hasta que de pronto el soldado malhumorado vio que el otro se acercaba a él corriendo como jugador de fútbol americano con la intención de derribarlo, luego sintió un golpe en el vientre y salió volando. Inmediatamente después se escuchó una explosión.

Cuando despertó, el soldado se enteró de que había perdido parte del brazo izquierdo. Una mina estalló cuando le pasaron encima. Nada se sabía del soldado que lo había salvado de morir. Una semana más tarde estaba en un avión de regreso a su casa, pero no podía pensar en otra cosa que el cuadro de una virgen y la súplica de un héroe.

Lo primero que hizo al pisar tierra fue pedirle a un taxi que lo llevara a Tuxcacuesco. Era un pueblo pequeño, así que le fue muy fácil dar con Matilde Buendía. Una mujer pequeña, con mucha tristeza acumulada y la fuerza para aceptarla como aquello de lo que está hecha la vida.

El soldado le contó su historia con calma, tratando de enfatizar el heroísmo de su hijo y de suavizar las condiciones de su muerte. Después, le pidió que rescatara el dinero escondido en aquel cuadro de la virgen. La mujer, con lágrimas en los ojos, abrió con un cuchillo el enorme cuadro.

Dentro, además de una modesta cantidad de billetes, estaban las escrituras que acreditan a la anciana como dueña de seis hectáreas de terreno fértil que hacia poco le habían sido arrebatadas por sus hermanas.

Matilde sonrió, volteó a ver al soldado y con los ojos inundados le dijo: -Manuel, mi hijo, murió hace dos años en esa maldita guerra- El soldado sintió que le robaban el piso.

5 comentarios:

Cuatroletras dijo...

Se dice que un cuento es una pequeña historia, lo cual logras muy bien en este texto.

Me recordó una película mexicana que se llama El escapulario.

Los muertos dejan huellas de vida, no mueren realmente hasta que dejamos de recordarlos. El pensamiento mágico característico de nuestra cultura.

Besos
Abrazos
Saludos.

Guerrero de las sombras dijo...

La muerte es un símbolo muy común en la cultura mexicana. Los mexicanos somos devotos por naturaleza (practiquemos o no alguna religión), misteriosos. Dicen los que saben que mezclamos el miedo y la burla a la muerte.
La muerte como proceso natural, es inevitable. Para muchos es el fin. Para otros, es la luz que genera vida. Las flores nacen y mueren al alimentar a los animales que serán alimento de otros.
Casi nunca pensamos en nuestra propia muerte. Muchos vamos por el mundo creyéndonos inmortales. Pero ¿La muerte es fin o es principio, al morir el cuerpo vive el espíritu...? ¿Qué motiva a un espíritu a ayudar a un mortal?
Bueno, son algunas preguntas que a la mejor no tienen respuesta, pero el cuento es genial, bien manejado. Leer la primera línea obliga a seguir y seguir hasta llegar al fin.
Me gusta, porque maneja los elementos de la cultura mexicana: Por ejemplo los gringos, siempre ven en los muertos algo maligno que debe ser destruido. En la cultura mexicana los muertos a veces ayudan o vienen a saldar viejas deudas para partir al mas allá sin las cadenas que los atan a este mundo.
En fin, me avente este chorito mareador na´más pa' decir que el cuento estuvo muy chipocles...

Unicornio dijo...

Hola!

Me gustó tu cuento. Como que en esta etapa de relax en que puedo disfrutar de otras cosas, empezar a leer tu relato me "movió un poco el piso". Acabo de dejar un escenario parecido, es la razón. Pero el final me sorprendió. Gracias por esa sensación, hace tiempo olvidada.

El problema es que ahora también... "veo gente muerta", jejeje. Culpa del forense, no os preocupéis.

Te dejo un cálido y fuerte abrazototote.

Con cariño,

el "movido" Unicornio.

P.D. Y pa' acabarla, "nos roban el piso". 'Ora verás!!

Anónimo dijo...

me gusto tu historia,me gusto tu poema, me imagino tu alma y tambien me gusta.y entre tantos gustos no adivino,como lograr ser parte de tu destino, como entrar en tu novela.ser tu amigo.y te admiro, por que has perdido el miedo. por que eres tu misma al hablar, al escribir,al besar,por que aunque te cuestiones si el camino es el correcto,tu paso es seguro,elegante,intenso, señorita ante ud me quito el sombrero.

Un batracio desubicado dijo...

Hola. Me gusto el principio, me gusto el estilo, pero despues de la mitad, el final ya era predecible.

- Felicidades por este espacio -