Cuando desperté sólo tenía conciencia del silencio. Inspiré. No sabía que estaba desnuda ni sentía lo frío del agua calándome el cuerpo. Mi mirada se fundió con la luz del bosque. Quise llorar pero no supe cómo ni porqué. Exhalé. El humo blanco vació mis pulmones. Por instantes, la habitación volvió a dibujarse. Vi mi cama, las pipas, las luces, las sombras. El aleph. Después la piedra volvió a llevarme al río y a ver mis pies flotando en medio de nada. Sin sentir, sin pensar, sin saber, sin comer ni dormir. Ya no sé si han sido días, semanas o meses. No sé siquiera si sigo viva. Anda, no seas pesado, déjame otro ratito…
Una fumadita más y ya.
Una fumadita más y ya.
1 comentario:
Pues si es un verdadero "viaje" lo que describes, como siempre precisa, en tus letras.
Pero me hizo falta ese final en el cual haces que cierres los ojos y me ponga en contacto con el corazón.
Hace poco platicaba con un amigo sobre esas "piedras no rodantes que te llevan al rio".
Un abrazo
Publicar un comentario